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Zen Shiatsu es una disciplina corporal que se originó en Japón. Cuenta con su propia teoría y está perfectamente integrada a su práctica. Algunas de las fuentes que utiliza para nutrir su conocimiento son las siguientes: Medicina Tradicional China, Anatomía y Fisiología, Psicología, Budismo Zen y la información obtenida de los tratamientos realizados con Shiatsu que fue transmitida entre los practicantes desde sus inicios hasta la actualidad. Este conocimiento permite tratar al paciente en forma integral y en relación con el entorno actual que esté viviendo.
El objetivo de aplicar esta técnica es restablecer el flujo de energía en el receptor, lo cual le va a permitir cultivar y desarrollar todo su potencial.
Para saber cuál es el tratamiento más adecuado necesitamos un diagnóstico que nos haga conocer al paciente física, emocional y mentalmente. El practicante obtiene la información mediante cuatro métodos: escuchar, observar, tocar y preguntar. Desde su perfecta vacuidad, sin hacer juicios, manteniéndose en la línea del medio y apoyándose en su conocimiento teórico, deberá elaborar una estrategia para abordar, con la práctica de esta técnica, la estructura energética del receptor.
El diagnóstico, la teoría y el tratamiento son inseparables y su característica es el continuo movimiento. Un buen estado de salud necesita de la permanente circulación de la energía por el sistema de meridianos descritos en el Zen Shiatsu.
En el cuerpo del paciente está gravada toda su vida, las características energéticas personales y las que provienen de su ascendencia familiar. El terapeuta tiene el conocimiento teórico y práctico para desempeñar el arte de leer el cuerpo humano, de donde proviene la información precisa para elaborar un Diagnóstico Oriental necesario para abordar profesionalmente a la persona.
Para comenzar con el tratamiento, el receptor se dispone cómodamente sobre un tatami a nivel del suelo. Esta situación le hará sentir seguro, en confianza, entrando en un profundo estado de relax, sintiendo como su cuerpo se entrega a la fuerza de gravedad, contemplando el lugar que ocupa en el espacio, expandiéndose y contrayéndose en cada ciclo respiratorio, al ritmo de su corazón. Él practicante da inicio a la sesión, habitualmente consiste en restablecer la función de dos meridianos energéticos, el que se encuentra en déficit y el que está en exceso y todo lo que esta situación conlleva. Para ello utiliza la presión de sus pulgares y manos, distintas maniobras de rotación y estiramiento corporal. A esta altura la comunicación entre los involucrados va más allá de las palabras, se basa en la calidad y calidez del tacto del practicante para satisfacer la necesidad en la estructura energética del receptor.
Si la sesión resulta exitosa, debería finalizar con la manifestación de una profunda empatía entre ambos, momento que se emplea para entregar la información obtenida de la práctica al paciente, lo cual lo alentará a continuar con el tratamiento, en el proceso de buscar un estilo de vida saludable para él y su entorno.